La corrupción se despliega en América Latina como una mancha de aceite, corroyendo las estructuras institucionales, políticas y sociales, malversando ingentes recursos de los ciudadanos que, percibiendo el clima corrupto, intensifican así un sentimiento de apatía o bien resentimiento hacia las democracias de la región.
La corrupción distorsiona y afecta el clima de negocios y el libre intercambio de mercado. Cada vez más acuerdos comerciales la incluyen como factor crítico para el comercio exterior, que se vuelve dificultoso a causa de trabas y procedimientos informales e ilegales. El aumento de la burocracia genera mayores rendijas por donde se cuelan prácticas corruptas.
Las causas judiciales en materia de corrupción son exasperantemente lentas, en la mayoría de los casos, y lucen sesgadas por intencionalidad política. Así, la confianza en el Poder Judicial decrece en sociedades que cada vez encuentran menos instituciones en las que creer y tienden a mirar con mayor simpatía a líderes populistas.
Desde RELIAL creemos que el control efectivo de la corrupción requiere coaliciones entre organizaciones gubernamentales, sociales, civiles, académicas y empresariales. No hay estrategia anticorrupción que pueda hacerse sin tender puentes con especialistas de otras disciplinas o personas que trabajan en diferentes espacios: academia, sociedad civil, empresariado, gobierno.
La estrategia de los corruptos es generar redes de protección política. El antídoto a esas redes no pasa por delegar a los expertos la causa anticorrupción, sino en articular esfuerzos sociales desde el ámbito social y privado.
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