El pasado 9 de agosto, la noticia del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio puso el ojo internacional sobre la creciente violencia en Ecuador, pero esta problemática no es nueva. La inseguridad ha sido un mal persistente durante varios años, y, hoy por hoy, el país tiene la segunda mayor tasa de homicidios en la región, solo detrás de Honduras.
La violencia política no comenzó con Villavicencio. En las elecciones seccionales en febrero de este año, se registraron 12 atentados contra políticos, lo cual muestra que los candidatos y líderes políticos no tienen garantías mínimas para llevar a cabo sus actividades en un contexto electoral. Además, en estas últimas elecciones, varios candidatos fueron asesinados, incluyendo a Rider Sánchez, Agustín Intriago y Pedro Briones.
Mauricio Alarcón, director ejecutivo de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo, enfatizó que aunque los candidatos han hablado de propuestas en materia de seguridad, estas carecen de detalles sobre cómo se implementarán y con qué recursos. La falta de claridad sobre la ejecución de las propuestas deja en duda su viabilidad durante el gobierno de transición que se elegirá para los próximos 18 meses.
Para abordar estos problemas es esencial regresar a los fundamentos de la democracia. Alarcón recalca que la democracia va más allá de simplemente emitir un voto en una elección. Implica independencia de las funciones del Estado, garantía de libertades civiles, espacio cívico para la sociedad civil y elecciones justas y transparentes. La falta de estas condiciones amenaza la integridad misma de la democracia y exige un esfuerzo concertado para restaurar y fortalecer sus principios fundamentales.
En cuanto a las prioridades urgentes, Alarcón identifica tres áreas clave: inseguridad, crisis económica y corrupción.
La violencia está provocando muerte y destrucción en todo el país, afectando la calidad de vida de los ciudadanos y trastornando el concepto mismo de democracia dado que, sin la mínima garantía del respeto a la seguridad y la vida de los candidatos independientemente de sus propuestas, todo proyecto político está sujeto al miedo y a los intereses de grupos de poder criminales.
La crisis económica y la inseguridad jurídica han ahuyentado a los inversionistas y dificultan la generación de empleo a pesar de la dolarización de la economía, que no ha alcanzado a construir entornos más libres.
Por último, la corrupción se ha vuelto endémica en todos los sectores de la sociedad, erosionando la confianza en las instituciones y provocando que los dos problemas anteriores se vuelvan aún más graves, al remover la seguridad de que una autoridad de confianza pueda solucionar los problemas ciudadanos.
El gobierno que se elige, aunque importante, es de transición y, como tal, lo mejor que puede hacer, en palabras de Alarcón es abordar estas áreas con propuestas concretas y acciones efectivas a corto plazo; solo así existe la posibilidad de restaurar la paz y la estabilidad en Ecuador al devolverle a los ciudadanos la confianza en el aparato democrático.